lunes, 3 de enero de 2011

Ecuador: El dinero de Repsol con el que un pueblo indígena se autodestruye

Los Huaorani no usaban dinero; Repsol les entrega ahora hasta 500 dólares el mes.

Este nuevo factor ha tumbado su sistema social en una generación.

Juan Luis Sánchez | periodismohumano.com
www.kaosenlared.net

Organizaciones locales denuncian la aparición del alcoholismo, la caza comercial y el ansia de consumo.
De la maldición del petróleo sólo se salva Noruega, dicen. El impacto súbito que tiene el descubrimiento de yacimientos sobre la población local marca destino: guerra, polémica, dinero. Y es éste último el que está cambiando por completo la vida de cientos de Huaorani en el corazón del amazonas ecuatoriano.
Don dinero no era alguien conocido en el “bloque 16″ del Parque Natural del Yasuní. La vida, a diferencia de otras comunidades indígenas, estaba organizada en la autarquía: cazadores con mesura, agrícolas ocasionales, siempre en pequeños grupos en torno a un ancestro, a un clan. Nada que comprar, nada que vender. No existía el dinero.
Las primeras monedas y billetes entraron en los poblados de los Huaorani en la década de los 50, en los bolsillos de misioneros evangélicos que hicieron de enlace y cara amable para la retaguardia: la empresa Texaco, primera en operar en Ecuador una vez descubiertas las grandes reservas de hidrocarburos.
Repsol controla desde 1999 las 200.000 hectáreas del ‘bloque 16′ tras hacerse con la empresa argentina YPF, que operaba en el terreno desde 1996 porque a su vez también se hizo con la empresa Maxus, presente en la zona desde cinco años antes. Diferentes marcas, misma empresa, misma lógica: “Han desarmado a un pueblo guerrero dispuesto a defender sus tierras con un arma que desconocían y ha trastocado su mundo, les ha desorientado: el dinero”, según el informe de un grupo de trabajo del colectivo Clínica Ambiental que respaldan otras organizaciones sociales como Acción Ecológica.
Cada familia Huaorani recibe de 300 a 500 dólares al mes, según este documento. “Es la mayor ‘compensación’ a la población local que existe en Ecuador”, asegura Carolina Valladares, una de las autoras del estudio, “e incluso otras tribus protestan y se preguntan por qué a los Huaorani tanto y a los demás tan poco”. ¿Y por qué? “Porque con ese dinero han conseguido ahorrarse muchos conflictos con un pueblo que tiene un historial guerrero y violento”. El permiso indígena fue plasmado por escrito en el “Acuerdo de amistad, respeto y apoyo mutuo”, firmado entre 1993 entre Maxus y representantes de los huaorani.
“Lo que no se tiene en cuenta son las consecuencias de la entrada de tanto dinero en su sistema”, se dice. Con dinero en las manos, los Huaorani están dejando atrás lo más definitorio de su cultura, generando “sentimientos de privación, frustración y desorientación”, según las organizaciones, o empezando a “superar la pobreza” según las petroleras, que han puesto en marcha programas de educación, salud pública e infraestructuras. Sin embargo, el estudio sostiene que “sin identidad, ni autoestima el dinero se vuelve un mecanismo de destrucción silenciosa”.
Una de estas conductas derivadas de la desorientación social producida es el alcoholismo. “De hecho, lo que nos motivó a hacer el estudio fue la fama de alcohólicos que habían adquirido los Huaorani con respecto a otras tribus, cuando los pocos testimonios documentales que tenemos nos dicen que el alcohol nunca ha sido algo importante en su cultura”, afirma Valladares. En uno de los libros que se citan en el informe se recoge el testimonio de Joaquina, una mujer capturada por los indígenas en la década de los 50 y obligada a vivir con ellos, que cuenta que los Huaorani no consumen alcohol, y nunca vio a ninguno bajo sus efectos.
“Esto ha cambiado”, dice el estudio. En el mercado de Pompeya, donde se reúnen diferentes tribus, “es común ver Huaorani borrachos”, que luego cogen un autobús pagado por Repsol para regresar a sus comunidades. “El alcoholismo ha sido provocado por el contacto y asistencialismo de las empresas petroleras”, sentencia el informe, porque “sin ser inducidos directamente a su consumo, obtienen de la petrolera los medios económicos (…) y sobre todo el entorno agreste que les hace desearlo. Obtienen grandes pagos pero ya no controlan sus vidas construidas alrededor de objetos modernos y la avidez por consumir”.
Los Huaorani no conviven con la naturaleza: son la naturaleza. Y, sin embargo, la irrupción de la filosofía “cohuorí” (así nos llaman a los que no somos de la tribu) les ha llevado a cazar más de lo que necesitan para luego vender la carne en mercados fuera de sus poblados. No es que necesiten ese dinero. Según la organización Clínica Ambiental y Acción Ecológica, “con lo que reciben de Repsol ya tienen de sobra”. Además de carne de monte, en el mercado de la cercana localidad de Pompeya también se venden especies vivas nativas protegidas, como loros y monos.
Otra pata Huaorani que se desquebraja es la de la equidad social. “El manejo del poder de los Huaorani era igualitario”, dice Valladares, “fruto de su propio sistema autárquico. Ahora goza de más poder o prestigio quien tiene mayor acceso a bienes y objetos modernos, tiene mayor influencia para obtener recursos de las petroleras o habla español. El uso del dinero y el cambio en la concepción de poder los ha individualizado“.
Las relaciones con la empresa también han transformado las jerarquías. Desde los años 80, empresas entrenadas para la negociación personal con estos colectivos “interceden en nombre de la petrolera para neutralizar la conflictividad”, y lo hacen a través del líder de cada clan. Fruto de esa relación cercana, ahora los líderes viven en “casas de dos plantas, con generador eléctrico, altavoces, aire acondicionado o karaoke…”.
La visión de Repsol
Periodismo Humano ha preguntado a Repsol-YPF directamente por la situación expuesta y ha remitido partes del informe de Clínica Ambiental para que pudiera ser refutado. La compañía española se ha limitado a enviarnos en pdf la memoria 2009 de Responsabilidad Social Corporativa de Repsol en Ecuador que puede descargarse aquí en pdf, que enseña la otra cara del esfuerzo por integrar a los indígenas. En ese documento se confirma el acuerdo de entendimiento con los asentamientos indígenas del bloque 16 y se cifra en 876 mil dólares la inversión de Repsol y sus socios en proyectos sociales entre los que la compañía destaca precisamente la dotación de infraestructuras, su trabajo con los líderes de los clanes y los proyectos educativos para hacer de los huaoranis una tribu escolarizada, que hable español y que pueda ir a la Universidad.
De hecho, no ha sido hasta 2009 cuando el primer indígena huaorani ha terminado los estudios universitarios. Se trata de Fernando Nihua, que ya es licenciado en magisterio en la prestigiosa Universidad de San Francisco, en Estados Unidos. Se da la circunstancia de que Fernando Nihua es vicepresidente de la organización NAWE (Nacionalidad Waorani del Ecuador) que hace de interlocutora entre su tribu y Repsol-YPF, la que en su momento firmó los acuerdos que dan legitimidad a la empresa para operar, y que recientemente ha sido muy crítica con algunas ONG como Acción Ecológica.
Aunque estas organizaciones acusan a Repsol de “paternalismo” por su forma de intentar dominar su entorno en el Yasuní, hay indicios que explican que la sociedad huaorani ha elegido cambiar de vida, integrarse. El meollo del debate parece ser si estas personas que han vivido durante siglos aisladas voluntariamente tienen los elementos de juicio suficientes para en apenas unas décadas abandonar su forma de vida e ‘integrarse’ a través de una compañía petrolera; si esa decisión es un ejercicio de libertad o de ingenuidad. De hecho, el tono paternalista no es exclusivo de las empresas, como en este vídeo de Acción Ecológica.

[Bolivia] Tentayapi contra Repsol: la legitimidad del no
La comunidad Ava-Guaraní de Tentayapi ya plantó cara con éxito en 2004 a la embestida petrolera.
Marc Gavaldá | Rebelion
Un 12 de octubre es una fecha propícia para recordar que en España todavía el ejército desfila recordando su colonial pasado. En Bolivia, en las paupérrimas calles de El Alto, 67 familias aymaras recuerdan a sus muertos. Son los muertos del gas.
Siete años después, el conflicto sigue encendido. Las corporaciones petroleras insisten en sacar a todo precio el gas mientras los guaranís, legítimos propietarios de sus tierras, se niegan a malvivir la maldición de los recursos. La negativa de la comunidad Tentayapi a permitir el ingreso de Repsol, aviva las cenizas de la guerra del gas.
Margarita y la guerra
En 2003, octubre amaneció en una movilización sin precedentes por evitar el saqueo del gas del Pozo Margarita. Repsol, British Gas y Pan American conformaban la alianza Pacific LNG y pretendían comercializar el gas del Bloque Caipipendi en los mercados californianos -en Wall Street ya lo contabilizaban para susto de los accionistas y posterior devaluación bursátil-
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El entonces presidente Gonzalo Sánchez de Losada que defendió el petrocontrato hasta sus últimas consecuencias, abandonó el país dejando un rastro de sangre y muerte (1).
Abortado el pan californiano, Repsol ha redirigido sus exportaciones hacia Argentina. Después de una reunión en Sucre en marzo de 2010, Antonio Brufau asistió junto con el presidente de Bolivia, Evo Morales y la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, a la firma del acuerdo de compraventa de gas entre los dos países, por el que Repsol se convierte en el principal suministrador. Con estas perspectivas de negocio del bloque Caipipendi se pretenden exportar 14 millones de metros cúbicos por día a la Argentina. La apuesta exportadora incluye la construcción de un oleoducto que recorrerá el nordeste argentino con un tope de 27 millones de metros cúbicos de gas boliviano.
Embriagados por los beneficios que reportaría esta acelerada exportación, Repsol y sus socias British Gas y Pan American, se comprometieron a invertir 1.500 millones de dólares. Entretanto, en las instituciones departamentales de Chuquisaca y Tarija, se discuten estos días los límites -léase regalías- del bloque Caipipendi en sendos departamentos y no se ponen de acuerdo: todos pugnan por la mayor tajada del pastel gasífero.
Guaranís o Gas
El Bloque Caipipendi abarca casi 700.000 hectáreas de los departamentos de Tarija y Chuquisaca. Sus límites se superponen a territorios indígenas (como el Territorio Comunitario de Orígen (TCO) Itika Guasú, y el TCO Tentayapi), así como el Parque Nacional Aguaragüe. Es una trampa gigante de gas seco, atrapado a 4 kilómetros de profundidad esperando a ser agotada en las próximas décadas por un consorcio integrado por Repsol YPF Bolivia S.A. (37,5%-Operador), BG (37,5%) y PAE E&P Bolivia (25%) en el marco del Contrato de Operación suscrito con Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos.
Los campos Margarita y Huacaya constituyen en conjunto un área de explotación con una superficie de 123.000 hectáreas, en la cual hay, de momento, 5 pozos –con una profundidad que oscila entre 4.000 y 6.000 metros– que fueron perforados entre 1998 y 2008.
Las comunidades guaranís, habitantes ancestrales y legítimos de estas tierras, ya han tenido tiempo de conocer y denunciar graves irregularidades en cuanto a las prácticas ambientales y de relaciones comunitarias. En 2005 la Asamblea del Pueblo Guaraní publicó los resultados de un monitoreo ambiental realizado por sus comunidades, entre mayo de 2004 y marzo de 2005 (2). Denunciaban la erosión y deforestación generada por la construcción de gasoductos, la contaminación de aguas, derrames de aceite y hasta el atropello mortal de un joven por parte de la empresa. Dos destinos se disputan el presente y futuro de las comunidades guaranís. Recuperar el control territorial o convertirse en pueblos neo-cautivos entre los gasoductos del Bloque Caipipendi, que con sus megacampos Margarita y Huacalla, algunos apodan el Kuwait de América.
Tentayapi o Caipipendi
La comunidad Ava-Guaraní de Tentayapi ya plantó cara con éxito en 2004 a la embestida petrolera. Esta comunidad, referente en América por su conservación de la cultura y la firme postura de mantener su territorio y modo de vida intacto, no permitió que Repsol ingresara para ejecutar su proyecto de exploración sísmica 2D y 3D. Su defensa legítima a la injerencia externa le ha permitido conservar su estatus de "Iyambae" (hombres libres, sin dueño). Su determinación unánime por el "no", aupada por la declaración de Patrimonio Histórico, Cultural de los Guaranís (3), valió a los tentayapeños la admiración y respeto de otros pueblos indígenas bolivianos, también en conflicto con las petroleras, pero que no han podido expulsarlas de sus territorios.
Posiciones parejas se conocen en cambio en otros países como la comunidad mapuche Huenctru Trawel Leufú en la Patagonia argentina, la comunidad quichua de Sarayaku en la Amazonía ecuatoriana, o el Cabildo Mayor U’wa en las montañas colombianas del Cocuy.
Petróleo y cultura son antagónicos, por esta razón la Asamblea del Pueblo Guaraní emitió recientemente un comunicado en su sede de Camiri: Prohibir el acceso a las petroleras en Tentayapi. "Ninguna empresa, ya sea sísmica, de exploración y menos de explotación, podrá ingresar, ésa es la resolución consensuada entre todas las autoridades, porque eso sería un atentado en contra de los derechos de cada uno de los ciudadanos", manifestó a la Agencia Erbol Celso Padilla Mercado, presidente de la APG, remarcando el peso histórico y cultural que alberga la negativa de Tentayapi. Su postura, añadiría la Red Oilwatch en su campaña por la Moratoria Petrolera, reportaría también consecuencias para el clima. Los millones de pies cúbicos que no afloren a la superfície, serán millones de toneladas de CO2 y metano que dejarán de ser emitidas a la atmosfera.
La guerra del gas en Boliva todavía no ha terminado. Los responsables de las masacres de 2003 siguen impunes y en El Alto la gente se pregunta el porqué de la demora judicial. Pero en el Chaco una comunidad guaraní ha dicho "no". Y en Europa, las poderosas corporaciones petroleras se resienten (4). El gobierno boliviano hará muy bien en escoger a quién defiende.
Notas
(1) Algunas referencias de la Guerra del Gas: GAVALDÁ, Marc, Viaje a Repsolandia. Tutuma Edicions, Barcelona, 2006; GÓMEZ, Luis, El Alto de pie: una rebelión aymara en Bolivia. Comuna-Indymedia-HdP, La Paz, 2004; RAMOS, Edgar, Agonía y Rebelión Social, Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, La Paz, 2004.
(2) Asamblea del Pueblo Guaraní Itika Guasú, Monitoreo Indígena Independiente: Impactos ambientales, sociales y culturales de REPSOL YPF en territorios indígenas del Pueblo Guaraní, CEADES, Tarija, 2005
(3) Reconocido por el Estado Boliviano en la Ley 2921 de enero de 2005.
(4) Para un seguimiento de los conflictos que genera Repsol-YPF consultar: http://repsolmata.ourproject.org
Marc Gavaldà investiga y documenta desde hace más de diez años los conflictos ambientales del petróleo. Es autor de libros como Las manchas del petróleo boliviano (1999), La recolonización (2003), Viaje a Repsolandia (2006), RepsolYPF: un discurso socialmente irresponsable (2007), y Patagonia petrolera, el desierto permanente (2008). Ha realizado documentales como Vivir sobre el pozo (2002), Tentayapi (2005) y Patagonia petrolera (2008)

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